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PADRE

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Sábado, 23 noviembre 2019, 00:07

Rosa Belmonte – El Correo

En España ya no estamos acostumbrados a las ejecuciones. Los tiempos cambian. Pero si las hubiera públicas seguro que íbamos. A tricotar o sólo a mirar. Con bocadillo o con palomitas. Siempre contando con que matan a extraños. En EE UU, los familiares de las víctimas asisten a las ejecuciones de los condenados tras un cristal. Hago mal metiéndome en el dolor de los demás. En los motivos de los demás para querer ver cómo liquidan al asesino de tu hija. Pero hay cosas que cuesta trabajo entender. Tampoco entiendo lo de los Quer en el juicio por el asesinato de Diana. Bastante tienen con la pérdida de una hija y una hermana como para ir a escuchar la reconstrucción del crimen. Claro que su presencia añade incomodidad a ‘El Chicle’. Y eso siempre está bien. Como si pilla el ébola.

La continua presencia en las televisiones de familiares de desaparecidos o asesinados provoca hartazgo, por mucho que nos pongamos en su lugar (la matraca de la empatía). Acaba una poniéndose más en el lugar de una víctima de película que en unas de verdad a las que ves todo el rato con Ana Rosa y Griso.  Leer más…

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