Los Puntos de Encuentro Familiar (PEF) surgen en los años 90 y las gestoras que los dirigen los definen como “lugares físicos idóneos, neutrales y seguros para facilitar el régimen de visitas de los y las menores con sus familias y un servicio destinado a favorecer el derecho de los y las menores a relacionarse con sus progenitores con carácter temporal”. Es decir, que en sus inicios jamás se contempló entre sus fines la atención de situaciones de violencia de género. Y en lo que se han convertido en realidad es en lugares donde niños, niñas y jóvenes víctimas de violencia de género son obligadas/os a mantener una relación con un hombre maltratador, que es, además, su maltratador.
¿Por qué me obligáis a ir?
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